Fuese a través de la Ouija o de las sesiones presenciales dirigidas por un médium, el fenómeno del espiritismo alcanza su esplendor durante el siglo XIX. En Inglaterra su vigencia se ha unido al reinado de Victoria y el contexto moral en que se criaron los niños durante la segunda mitad de siglo, teniendo en buena parte de Europa un uso unido a técnicas extáticas del cuerpo, como manifestación externa o emancipadora que llevaría a la creación de la sociedad capitalista y vio nacer al líder carismático. Un médium solo lo es si es así reconocido por la comunidad, por el grupo durante este tiempo selecto para celebrar estas sesiones. Lejos de ser una tomadura de pelo, un espectáculo mediocre, el Espiritismo se convierte en una auténtica corriente filósofica que busca la renovación moral de un sistema colapsado, abatido, desolado. Puede señalarse, además una elevada tasa de mortandad infantil, presas fáciles de fiebres tercianas o de enfermedades como el temido “garrotillo” o difteria.
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Ante la necesidad de respuestas, la sociedad busca salidas, desde movimientos con distinta base que desean una regeneración de valores y conciencia colectiva. Se deja de medir el cráneo para establecer conclusiones (Frenología, siglo XVIII) y se comienzan a utilizar técnicas extáticas o extracorpóreas. No se le tacha aún de superchería porque entonces, en plena explosión del positivismo, autores reputados se acercaron al fenómeno para tratarlo con rigurosidad (Alfred Russell Wallace (1823 – 1913), Camille Flammarion (1842 – 1925), entre otros).
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El espiritismo sirvió como cauce emocional de una sociedad que se enfrentada a un fin de ciclo con el consiguiente comienzo de otro, dotado de racionalización, con la palabra formada que le sirvió de sustento y ejercicio de las clases medias y altas donde las mujeres encontraron una forma de expresarse. Así, toman sentido valores universales compartidos entre distintas escuelas filosófico-espiritualistas donde intelectuales, artistas y cientifícos llegaron a compartir un espacio donde se criticaban las estructuras y valores vigentes, así como el papel de la Iglesia.
Lo que más me gusta de esta época es cómo es posible tener una sesión de espiritismo, una de hipnotismo por un médico cualificado, cómo toda esa conexión entre físico y psicológico pudo asistir al auge de una ciencia como la Criminología. Cómo esa exploración puede dotarse de sentido y racionalidad, darle «dignidad» al instrumento con el que queremos indagar en nuestro subconsciente para alcanzar la realidad consciente: ser más felices.
Así, demos al Tarot el sitio que se merece, vamos a ahondar en los temidos conflictos emocionales que nos impiden alcanzar objetivos materiales para llegar a un bienestar espiritual. Debemos evitar la ignorancia lo máximo posible, porque si no entendemos el código, no llegaremos jamás a interiorizar el mensaje.
http://www.oocities.org/fasenlinea/el_espiritismo_en.htm; http://www.ugr.es/~pwlac/G20_10Gerard_Horta.html; http://www.historiadeiberiavieja.com/secciones/historia-moderna/espiritismo-espana; «Sectas y sectarios en el Aragón del siglo XIX: Humanistas y libre pensadores en busca de nuevos cauces y valores para superar una sociedad en crisis». Pepe Rodríguez, Argensola, 123 (2013). ISSN 0518-4088/
Sí, es muy interesante como en una época tan opresora como la victoriana el individuo buscó expandirse hacia otras dimensiones. Hoy, por ejemplo y de otra forma, seguimos oprimidos y en vez de propagarnos, involucionamos, perdemos cada vez más el contacto con la realidad. Lo virtual ha sustituído a lo trascendental y nuestra búsqueda es efímera.
Esta entrada me ha recordado mucho al periodo de mi vida en el que viví en Londres. Por casualidad – casi por accidente – aterricé en uno de los lugares de encuentro de la rama más esotérica de la masonería británica, La Golden Dawn. Era el 2004, y te aseguro que era muy plausible la fuerza de la tradición espirítica que hay allí. Me arrepiento de no haberme detenido más tiempo en aquel ambiente, pero me asusté. Mis primeras cartas de Tarot y 2 libros que conservo como oro en paño los compré en la librería que hay sobre ese lugar de reuniones. Años después me ocurrió algo parecido en Italia, cuando me contrataron como traductora simultánea en una ceremonia de rango de los templarios. Tras una bellísima ceremonia en el Celio, Roma, volví a salir corriendo. En ambos casos percibí que hay algo quizás más oscuro que el más allá, y es la lucha de poder entre las jerarquías de estas Ordenes.
El espiritismo es algo que solo practiqué en mi adolescencia de forma intermitente. Lo hacíamos en el baño del colegio mientras se impartía la misa de la mañana ( iba a un cole religioso)… Si lo pienso ahora se me dibuja una ligera sonrisa en el rostro, a mí me fascinaba, pero mis compañeras no se lo tomaban en serio. No recuerdo qué niña sugirió hacerlo por primera vez, pero me acuerdo perfectamente del por qué dejé de hacerlo. Es una experiencia que nunca volvería a repetir.
Distingo a varias mujeres en esa foto del Congreso Espiritista Internacional. Será que solo ante la muerte nos reconocemos iguales.
Feliz semana, sacerdotisa.
Oeste Celeste.
Qué interesante tus experiencias, O. C. No he podido evitar sonreir al leerte porque me habría ocurrido igual, porque no puedo evitar esa parte tan racional que seguramente me alertaría. Me habría gustado que sí te hubieses empapado para que nos contaras todo eso, algo a lo que te invito, si te apetece hablar sobre las reuniones! Besos.