En México, los deudos tienen la creencia de que el espíritu de sus difuntos regresa del mundo de los muertos para convivir con la familia ese día, y así consolarlos y confortarlos por la pérdida.
Se coloca en una habitación, sobre una mesa o repisa cuyos niveles representan los estratos de la existencia. Los más comunes son los altares de dos niveles, que representan el cielo y la tierra; en cambio, los altares de tres niveles añaden a esta visión el concepto del purgatorio.
A su vez, en un altar de siete niveles se simbolizan los pasos necesarios para llegar al cielo y así poder descansar en paz. Este es considerado como el altar tradicional por excelencia. En su elaboración se deben considerar ciertos elementos básicos. Cada uno de los escalones se forra en tela negra y blanca y tienen un significado distinto.
En el primer escalón va colocada la imagen de un santo del cual se sea devoto.
El segundo se destina a las ánimas del purgatorio; por medio de él el alma del difunto obtiene el permiso para salir de ese lugar en caso de encontrarse ahí.
En el tercer escalón se coloca la sal, que simboliza la purificación del espíritu para los niños del purgatorio.
El cuarto para el pan, que se ofrece como alimento a las ánimas que por ahí transitan.
En el quinto se coloca el alimento y las frutas preferidas del difunto.
En el sexto escalón se ponen las fotografías de las personas ya fallecidas y a las cuales se recuerda por medio del altar.
Por último, en el séptimo escalón se coloca una cruz formada por semillas o frutas, como el tejocote y la lima.
El sentido de las ofrendas es que sirvan de invitación al espíritu para viajar desde el mundo de los muertos para que conviva ese día con sus deudos.
Entre los elementos más representativos del altar se hallan los siguientes:
Imagen del difunto. Dicha imagen honra la parte más alta del altar. Se coloca de espaldas, y frente a ella se pone un espejo para que el difunto solo pueda ver el reflejo de sus deudos, y estos vean a su vez únicamente el del difunto.
La cruz. Utilizada en todos los altares, es un símbolo introducido por los evangelizadores españoles con el fin de incorporar el catecismo a una tradición tan arraigada entre los indígenas como la veneración de los muertos. La cruz va en la parte superior del altar, a un lado de la imagen del difunto, y puede ser de sal o de ceniza.
Imagen de las ánimas del purgatorio. Esta se coloca para que, en caso de que el espíritu del muerto se encuentre en el purgatorio, se facilite su salida. Según la religión católica, los que mueren habiendo cometido pecados veniales sin confesarse deben de expiar sus culpas en el purgatorio.
Copal e incienso. El copal es un elemento prehispánico que limpia y purifica las energías de un lugar y las de quien lo utiliza; el incienso santifica el ambiente.
Arco. El arco se coloca en la cúspide del altar y simboliza la entrada al mundo de los muertos. Se le adorna con limonarias y flor de cempasúchil.
Papel picado, confetis. Es considerado como una representación de la alegría festiva del Día de Muertos y del viento.
Velas, veladoras y cirios. Todos estos elementos se consideran como una luz que guía en este mundo. Son, por tradición, de color morado y blanco, ya que significan duelo y pureza, respectivamente. Los cirios pueden ser colocados según los puntos cardinales, y las veladoras se extienden a modo de sendero para llegar al altar.
Agua. El agua tiene gran importancia ya que, entre otros significados, refleja la pureza del alma, el cielo continuo de la regeneración de la vida y de las siembras. También se puede colocar junto a ella un jabón, una toalla y un espejo para el aseo de los muertos
Flores. Son el ornato usual en los altares y en el sepulcro. La flor de cempasúchil es la flor que, por su aroma, sirve de guía a los espíritus en este mundo.
Calaveras. Las calaveras son distribuidas en todo el altar y pueden ser de azúcar, barro o yeso, con adornos de colores; se les considera una alusión a la muerte y recuerdan que esta siempre se encuentra presente.
Comida. El alimento tradicional o el que era del agrado de los fallecidos se pone para que el alma visitada lo disfrute.
Pan. El pan es una representación de la eucaristía, y fue agregado por los evangelizadores españoles. Puede ser en forma de muertito o de domo redondo, adornado con formas de huesos en alusión a la cruz, espolvoreado con azúcar y hecho con anís.
Bebidas alcohólicas. Son bebidas del gusto del difunto denominados (“trago”) Generalmente son “caballitos” tequila, pulque o mezcal.
En Guatemala, se expresan de forma muy parecida que en México, ya que creen que las ánimas benditas salen del cementerio y pueden aparecerse, para lo cual realizan altares caseros dejando agua, la imagen del difunto para que encuentre el suyo.
Haití tiene un Día de los Muertos muy grande. Las tradiciones de la cultura del vudú se mezclan con las celebraciones católicas en honor a los muertos. Los residentes van a los cementerios y tocan bombos fuertemente durante toda la noche con el fin de despertar a un dios llamado «Baron Samedi». La música también despierta a los miembros traviesos de la familia de Baron Samedi para que los dioses puedan llevar las almas de los muertos a la vida después de la muerte.
En Japón, el día de los difuntos se celebra el 15 de julio, el tradicional «Bon», fiesta de tradición budista que lleva celebrándose 500 años. Tiene especial relevancia por el festival grandioso que se realiza de baile y música Bon odori.
El festival Ching Ming es para los chinos lo que el Día de Muertos para los mexicanos. Durante este día “brillante y resplandeciente”, los descendientes van a visitar la tumba de sus familiares fallecidos. Este festival se celebra la tarde del 4 o 5 de abril en el calendario solar, o el día 106 en el calendario lunar chino. La festividad comienza aproximadamente diez días antes y diez después del Chin Ming, y puede llegar a durar hasta un mes. Los jóvenes tienden a ayudar a sus padres a arreglar y limpiar las tumbas de sus antepasados, colocan velas y remarcan las inscripciones. Después, se reúnen para comer con lo que rinden homenaje a los fallecidos. También se quema dinero como símbolo de prosperidad y, al final, todos se arrodillan para rezar. En Ching Ming, cuelgan en sus puertas unas ramitas de sauce, que es símbolo de luz y enemigo de la oscuridad, para protegerse de los espíritus malignos. Creen que si no lo hacen en su próxima vida volverán convertidos en perros amarillos. El origen de este festival data del año 600 a.C, cuando Jie Zi Dui salvó la vida de su amo enfermo alimentándolo con carne de su propia pierna. El amo, como agradecimiento, quiso hacerlo ministro. Jie se negó a aceptar el puesto y se fue a vivir a las montañas. Para forzarlo a regresar, el amo de Jie Zi ordenó prender fuego a las montañas, él prefirió morir quemado en vez de regresar. Movido por los remordimientos, el amo ordenó conmemorar el aniversario de la muerte de Jie apagando todos los fuegos.
Lo más tradicional en España, además de visitar las lápidas de los seres queridos, limpiarlas y colocar flores frescas, algo que mucha gente solo hace una vez al año personalmente por tener distancia o simplemente por costumbre, es asistir a la representación de Don Juan Tenorio del Maestro Zorrilla, la obra en teatro español más representada ya que se realiza anualmente desde su estreno en 1844. Se celebra desde los colegios y en las calles el 31 de octubre tipo Halloween, pero es hoy, día 1 cuando es festivo, como en Chile, por ejemplo y muchos otros países especialmente de Latino América.