Si os gustan los relojes, como a mí, tendréis más de uno en casa. Los relojes antiguos necesitan cuerda manual, una vez al día. Los más modernos necesitan pilas, baterías, que podemos olvidar cambiar e incluso, dejar sulfatar haciendo inservible el propio reloj. A veces, podemos mirar algunos relojes como si todavía anduviesen, porque nuestro corazón sigue latiendo, y es sin duda, un reloj más: el reloj que late es el corazón del tiempo. El corazón es el reloj de sangre, como diría Cela.
Reflexionando sobre el papel de los relojes y el tiempo mismo y llevándolo al campo que comparto con vosotros, quiero hablar de relojes, relojes que no funcionan y qué tenemos que ver nosotros con el funcionamiento de los mismos.
Si damos cuerda al reloj una vez al día o vigilamos que un mecanismo funcione bien aplicamos cierta disciplina o, dicho de otro modo, esa certidumbre es, en definitiva, el mecanismo secreto que mueve las agujas del reloj. Certidumbre es una palabra que nos acompaña a modo de “mejor deseo” en estos tiempos, es la sustancia de todo temor y toda esperanza.
Pensar en relojes en referencia al Tarot seguramente nos traiga una primera imagen; El Ermitaño, que en el mazo de Carlos VI mira directamente un reloj de arena.
Esta imagen contradice o alerta sobre el pensamiento que muchos confunden con ser resolutivo o tener iniciativa, que viene a decir: Sea como fuese. Volver atrás es imposible. Mi reloj va siempre hacia adelante. La historia también.
Esta imagen nos remite a que nuestros relojes suelen contar las horas de la necesidad, pero ningún reloj puede contar las horas de la sabiduría, como diría Blake.
Es esa necesidad que tenemos de determinar los tiempos en general de nuestras vidas sometiéndonos a una tiranía auto impuesta que se une a las exigencias sociales, laborales y vitales. Esa limitación que nos imponemos tiene mucho que ver con la presencia del reloj en todo el Tarot y que puede alejarnos de una certidumbre: vivir es lo mejor que puede pasarnos.
El ermitaño sabe algo, el tiempo pasa y si yo le sigo, aprendo. El tiempo se atesora cuando yo aprendo porque, en caso contrario, simplemente, pasa sin dejar poso, y su paso es meramente formal. En su camino austero y “seco” busca conocimiento para, una vez encontrado, dejar de saber. Es la sabiduría verdadera, en la que se han desdibujado los sentimientos jóvenes y verdes.
Nos olvidamos de darnos cuerda una vez al día y nos dejamos sulfatar pensando que si una vez leímos, no tenemos que hacerlo más.
Hay otra vía que se relaciona con el Ermitaño y que dibuja un gran péndulo. Es el Colgado, un péndulo humano.
Se relaciona con el primero en un contexto de necesidad. El Colgado se abandona para encontrar una respuesta que en principio no sabe cómo. Esta pareja nos enseña que si uno desea realmente entrar en uno mismo, no debe olvidar su responsabilidad frente a la vida, la transmisión y la enseñanza.
¿No os habéis encontrado con una persona que perteneció a vuestra vida, de la que os separasteis y al veros os habla igual que en el momento previo de que se extinguiera la relación, como si todos fueseis los mismos? Es más, ¿no os sorprende que algunas personas estén el mismo momento, exacto, en el que dejasteis de verlos? Quizás es porque su reloj se ha quedado parado.
Ambos arcanos pertenecen al mismo proceso: el viaje hacia dentro.
Seguiremos hablando de relojes y Tarot.
Me encantan los relojes aunque nos recuerden que el tiwmpo pasa tanto si lo aprovechamos como si no.
Muy bonita reflexion la de ermitaño y colgado, totalmente de acuerdo. Al final… Todo lo que dicen las cartas son mensajes para nosotros que necesitamos mirar o cambiar en nosotros mismos para así cambiar un poco lo de fiera.
Felives fiestas Victoria!
Felices fiestas, Clara. Besos miles para ti.