El camino evolutivo que propone el Tarot y que, de manera didáctica y comprensible dividimos en tres niveles, no es siempre lineal, es decir, no siempre avanza. Las situaciones y complejidades que la vida trae en nuestro devenir, nos puede hacer crecer, dar un pasito atrás, o dos, en ocasiones para encararnos con sucesos (lutos) que no supimos enfrentar en el tiempo “biológico” que ocurrieron.
Camino en el Tarot
Aprehensión de arquetipos
Autodescubrimiento
Liberación
Los tres niveles se muestran gráficamente:
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El primer nivel suele mostrarse de forma muy clara para nosotros. El Tarot hace un compendio de las bipolaridades, lo femenino y lo pasivo, los padres, la sociedad, la escuela. Esta primera etapa, que comprende desde el nacimiento hasta la juventud es fundamental y situábamos la mayoría de heridas que posteriormente arrastraremos en el segundo nivel y, si lo logramos, durante el tercero, todavía nos encontraremos con oportunidades de crecer… o no. Es una creencia errónea que si superamos todos los niveles, seremos absolutamente felices porque la felicidad no tiene un contenido único, ni un color determinado.
El Ermitaño es una carta que nos acompaña durante mucho tiempo. Portador del número de la crisis, el 9, nos proponen abrazarla para subir de nivel, llegar a encontrar la raíz de nuestros misterios, y dominar el ego, en la búsqueda de virtudes y escalada sobre los obstáculos. Encierra un triple 3 (3 + 3 + 3), lo que nos da una pista sobre la adolescencia que esconde. Cuando comenzamos a ver el mundo en el que vivimos, más allá de la casa propia, la escuela, la familia, y vemos que todo es mucho más complejo de lo que pensábamos, el Ermitaño nos recuerda que el reloj biológico no es el mismo que él lleva, que es de arena, una arena ancestral que cae con otro ritmo. ¿Dónde ves ese reloj, me preguntaréis? Me lo ha enseñado él mismo, durante muchos años. Nos cuentan que el Ermitaño habla de experiencia, de una persona sabia que quizás perdimos (abuelos), de su andar lento aunque seguro. No nos cuentan otras cosas y es lo que vengo a deciros.
Ese anciano que se apoya en un cayado, tiene un pie en el pasado y otro en el futuro. Su luz es interna, la lámpara que prende apenas deja ver un paso.
¿Tengo que encontrar esa luz? ¿Por qué va tan despacio?
Porque no se corresponde con el tiempo que pretendemos vivir, y lo que nadie nos cuenta: aparece en cualquiera de los niveles.
En mi experiencia, este personaje nos dice que sigamos ahondando, porque él tiene tu respuesta y esa respuesta no importa el tiempo que cueste encontrarla, eso sí, nadie te la dirá. Lo que sí nos propone es que aun es posible ahondar y estudiar, ¿el qué? Eso es lo que tendrás que aprender a través de su portal.
Es lo relativo y el todo, lo impenetrable. Y tened por seguro, su mensaje es claro: “Sufrirás, pero hallarás lo que buscas”.
Ahora sí, abrazar al Ermitaño y la crisis que supone implica buscar, indagar, estudiar, pensar. El tiempo no importa, porque no tiene sentido en el todo. El Karma que necesitamos puede cumplirse cuando no estemos, esa es la realidad. No podemos cambiar la vida, pero sí la llama de la felicidad simple y sencilla, que nada tiene que ver con logros materiales. Innegablemente, el abismo ante el que se detiene asusta. Abyssus abyssum: Un abismo llama a otro abismo. ¿Y si pierdo el equilibrio? Por eso tiene un pie en el pasado, para que puedas mantenerte ante el gran abismo.
Cruzado este, en la vida más adulta, creemos que este viejecito no aparecerá nunca más y de pronto, ¡vuelve! Si aparece de nuevo quizás nos desviamos del camino que quiso enseñarnos y nos recuerda que sigue siendo nuestra tarea, la que nos llevará a la liberación. Crisis y regeneración: Ermitaño y Sol.
El uno, mediante el conocimiento individual, el Otro, prodigándose en el conocimiento universal. Uno y otro se necesitan para elevarse, para limitarse, para discernirse.